El embajador por antonomasia de la gran manzana vuelve a la carga para expresar su inagotable devoción por su ciudad natal con “Día de lluvia en Nueva York”.
El octogenario realizador no da un paso atrás y sigue con su fructífera carrera demostrando que la edad nunca es física y que el cine para él dista de ser una profesión sino una forma de vida. Tanto es así que, como nos tiene acostumbrados, vuelve a volcar sus frustraciones, inquietudes y a fin de cuentas, su identidad, en este nuevo film. En esta ocasión, el encargado de encarnar al director en la pantalla es el joven -excelente y encorvado- Timothée Chalamet (“Call me by your name”, 2017), la mirada milenial así como la musa son interpretadas magistralmente por Elle Fanning (“Mary Shelley”, 2017) y Selena Gomez (“Spring Breakers”, 2012) respectivamente, mientras que el reflejo de sus impresiones por lo que al statement hollywoodiense o la burguesía moderna se deja en manos de veteranos como Liev Schreiber (“La quinta ola”, 2016), Diego Luna (“Elysium”, 2013), Jude Law (“Repo men”, 2010) o Cherry Jones (“El bosque”, 2004), ahí es nada…
“Día de lluvia en Nueva York” vuelve a traernos al Woody Allen romántico hasta la médula con sus neuras, pero a la postre un encantador del espectador, con sus historias de amor y desamor mezcladas con su inequívoco humor ácido, ágiles diálogos y un cierto fondo agrio que solo el amor acaba superando. La historia del film recoge, autoreferenciándose, trozos de sus anteriores trabajos, incluso autoplagiándose chistes con leves modificaciones, así pues, identificamos elementos de ritmo y guión de “La maldición del escorpión de Jade”, el deslumbramiento de la fama y la irrealidad de “La rosa púrpura del Cairo” o la crisis profesional parodiada de “Un final made in Hollywood” entre otros encuentros y desencuentros fílmicos. El elemento diferenciador que destaca gratamente se encuentra en la segunda parte del film, durante una conversación entre el protagonista, Gatsby (no es casual su nombre), y su elegante y tremendamente acomodada madre. La caja de pandora se abre en la mente del protagonista y unos pocos minutos entiende más de la vida de lo que podría esperar, experimenta una revelación que el director le sirve para dar un toque de crítica social y a fin de cuentas poner las cosas en su sitio.
Por lo que a la parte técnica se refiere, volvemos a disfrutar, aunque quizás más taimadamente, de la incomparable fotografía de Vittorio Storaro el cual reincide con Allen tras alcanzar un punto muy alto con “Wonder Wheel” y se desvincula de los rojos de aquella para jugar con los cambios de luz que provocan las nubes, la magia catalizadora y saneadora de la lluvia y los colores que provocan romanticismo en las pupilas. El momento cumbre, dentro de un coche, rodando una escena, un beso ficticio, un beso robado y una historia que abre el cielo. Simplemente precioso.
En definitiva, “Día de lluvia en Nueva York ” ya se puede catalogar como otra obra genial del autor, quizás no tan elevada, arriesgada o impresionante como “Blue Jasmine”, “Match Point” o “Midnight in Paris” pero que sabe seguir con un estilo propio llegando a los corazoncitos de los espectadores y haciendo que en la distancia todos proyectemos ese amorcito por la ciudad que nunca duerme.