El enérgico tándem Milla Jovovich - Paul W.S. Anderson vuelven a la carga para, seguramente, iniciar otra saga exitosa basada de nuevo en un videojuego, en esta ocasión y dejando atrás los zombies, uno de monstruos: “Monsutā Hantā” de la compañía Capcom y creado por Kaname Fujioka.
Con el explícito título de “Monster Hunter” el film nos traslada a un mundo alternativo en el que el día a día de los humanos es una ardua lucha por la supervivencia frente a gigantescas arañas, enormes reptiles de arena y dragones que harían temblar al mismísimo Gandalf. El elemento disruptor lo protagoniza una marine que aterriza literalmente en esta montaña rusa de incesante acción la cual ha de reunir todo su temple y capacidades para conseguir continuar con vida.
Con esta premisa arranca un film que no miente con lo que pretende ofrecer, un videojuego, y por supuesto introduce todos los elementos para ser fiel a la estructura de éstos con la inestimable ayuda de mares de CGI. Acrobacias imposibles, estrategias, retos que aumentan en dificultad al tiempo que experiencia y aptitudes de la protagonista y todo aderezado con luchas cuerpo a cuerpo que Milla alterna principalmente con nada más y nada menos que Tony Jaa (Ong Bak, 2003) y más anecdóticamente con el inconmensurable Ron Perlman (Hellboy, 2008) -del que seguro veremos mucho más en posteriores entregas-. Las expectativas de esta elección actoral afloran positivamente en nuestra imaginación, cosa que honra a la dirección de casting, empero el resultado no las cumple precisamente lastradas por un argumento frenético e inevitablemente abocado a la constante percepción de que dejaran la historia inacabada en aras de perpetrar una serie más que un film completo. Nada que nos sorprenda por otro lado...
Y sin embargo, hemos de aceptar el hecho de que tener delante y detrás las cámaras (y las pantallas verdes) a sendos profesionales hace que lo que a todas luces es una película de serie B “inflada” para su estreno en salas, tenga su cierta gracia, superando en entretenimiento a muchas producciones actuales que apuntan tan alto que se precipitan en la mediocridad y el hastío del espectador. Honestidad versus pretenciosidad, no hay color. Obviamente los adeptos a pasar horas y horas gastando mando disfrutarán con esta oportunidad para ver en carne y hueso su juego favorito, con el aliciente extra de verlo con cierta verosimilitud, aunque pensando en los tiempos que corren quizás no sea la mejor elección una oda a la destrucción por muy fidedigna que sea, aunque eso sí, Milla se merece cierta concesión.