Puro veneno
Venom: Habrá matanza (2021, Andy Serkis)

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Original

Venom nunca tuvo suerte en la gran pantalla. Su estreno en Spider-Man 3 fue un desastre, propiciado por la absoluta falta de interés del director Sam Raimi en un personaje que tuvo que incluir en su película por obligación. Su gran regreso, de la mano de Ruben Fleischer y en la encarnación que aún nos ocupa -separado por obra y gracia del copyright de su némesis arácnida, su única razón de ser-  fue, como poco, insulso.


Y pese a todo, henos aquí de nuevo, contemplando a Tom Hardy ponerse el traje de moco negro para guiarnos en un viaje en el tiempo a esa época, post X-Men / pre Dark Knight, donde los derechos de personajes de comic estaban a precio de saldo y gente como Mark Steven Johnson eran la punta de lanza de un género que no interesaba a casi nadie.







Porque, en un momento en el que el cine de superhéroes domina las taquillas, en el que hasta en el DCU salen buenas películas, Venom: habrá Matanza nos retrotrae a los tiempos de Daredevil y Ghost Rider.


Habrá Matanza -gran elección de título para una cinta con el bodycount de Mi Gran Boda Griega-  recupera a Eddie Brock / Venom un tiempo después de su primera aventura, establecidos como una extraña pareja de hecho en la que el humano quiere seguir dejándose arrastrar por la vida (tal y como Hardy se deja arrastrar por la película) y el simbionte quiere salir por ahí a comer cerebros. Dicho así, suena más divertido de lo que es. Lo cierto es que el guión de Kelly Marcel y el propio Tom Hardy convierten esto en una sitcom con un humor tan poco eficiente que tuve que quedarme a ver si Chuck Lorre aparecía en los créditos. Para equilibrar la balanza, entre chistes de gallinas, salidas de armario y números de cante, se nos presenta al terrible antagonista: Matanza; uno de esos personajes tan propios de los 90 (como el propio Venom), cuando las editoriales necesitaban sacar versiones “radikales” de sus titulares por miedo a que a las juventudes de la época los héroes clásicos se les quedaran un poco snowflakes. Woody Harrelson hace lo que buenamente puede (y “hace lo que buenamente puede” es un comentario aplicable a Vanessa Williams, Naomi Harris, Stephen Graham, y Reece Shearsmith, actores magníficos amordazados por la irrelevancia de sus personajes) interpretando a Cletus Kasady, nada menos que un terrible asesino en serie que acaba consiguiendo su propio simbionte con el que podrá rescatar a su novia ¿mutante? Shriek del psiquiátrico donde la tienen encerrada y desatar el caos junto a ella.





Poco más ofrece, argumentalmente, este nuevo Venom. La anticipada batalla final entre ambas criaturas es, prácticamente, el único set piece de acción superheroica real de toda la película (curiosamente, también el único momento en el que algunos chistes aterrizan bien) y se desaprovecha entre la confusa tormenta de CGI y la necesidad de darle su momento de gloria a secundarios que nadie había pedido nunca. Y al final, el terrible archienemigo, tan importante como para justificar esta secuela, queda rebajado a lo mismo que todo en esta cinta: otro chiste malo.


Detrás de éste despropósito se encuentra nada menos que Andy Serkis. La presencia del icónico actor especializado en personajes digitales al mando del proyecto me generaba cierta esperanza hacia la película. Quizás porque Serkis cae bien. Y si bien su trabajo tras la cámara no tiene nada de reprochable, falla totalmente a la hora de darle a Venom: Habrá Matanza un tono que funcione o que, al menos, despierte algo de interés sobre lo que nos está contando. Serkis espera a la cacareada escena post-créditos para realizar un truco que levante al fandom de sus asientos e intenta que la expectación creada tape los errores cometidos durante la hora y media anterior. A la vista de los resultados en taquilla y los comentarios del público, parece que lo ha conseguido.





En resumen: si ver a Tom Hardy permanentemente recién levantado teniendo discusiones conyugales con un moco gigante que se comporta como el bebé de 'Padre de familia' te parece el revulsivo que el cine de superhéroes necesitaba en 2021, Venom: Habrá Matanza, es tu película. Si no, harás bien en dejarla pasar de largo. Quizás lo que viene a partir de ahora le dé al personaje una oportunidad de brillar. Pero hasta el momento, no nos queda otra que alinearnos con Sam Raimi, que ya lo tuvo claro en 2007: No necesitamos este veneno.



Por Isaac Mora