Desde hace ya unos cuantos años, y gracias a las posibilidades que los avances técnicos les han ido abriendo, muchos videojuegos han ido adquiriendo un tono cada vez más cinematográfico, llegando al punto de que algunos juegos contienen más cine que gran parte de las películas actuales. Uno de los estudios más representativos de esta evolución ha sido Naughty Dog, que con The Last Of Us (que veremos pronto en HBO) y Uncharted han sabido crear experiencias jugables cuyas historias y guiones, cortesía de Neil Druckmann, buscan mirar a la cara al mejor cine de sus respectivos géneros. Si redujeramos las horas jugables de Uncharted 4 y lo viéramos cómo una película, podría ser el mejor epílogo de una saga de aventuras que jamás hemos visto en una pantalla. Sin más.
La película que nos ocupa adapta la famosa saga protagonizada por Nathan Drake, que llegó como relevo de Tomb Raider y que compartía con ésta un referente indiscutible: Indiana Jones. Eso sí, Drake cambia la arqueología por la más lucrativa carrera de la piratería moderna, y más que por la fortuna y la gloria se mueve por el tesoro; más orientado a llevárselo a casa que a ponerlo en un museo. Uncharted recoge la fórmula básica del cine de aventuras: viajes a lo largo y ancho del globo, compañeros chistosos, amigos/competidores que nunca son de fiar, leyendas centenarias, civilizaciones perdidas, y algún toque paranormal para terminar de sazonarlo todo. El buen gusto del estudio a la hora de crear espectáculos explosivos y el toque de Druckmann a la hora de dotar a todo de carisma y corazón terminaron por convertir la saga en una de las favoritas indiscutibles de cualquier poseedor de Playstation.
Lo lógico sería pensar que si adaptamos al cine un videojuego que prácticamente es una versión hipervitaminada de una película, la cosa tendría que funcionar con relativa facilidad. Pero el caso es que ninguno de los seis guionistas acreditados es Neil Druckmann. Y Ruben Fleischer desde luego no es Spielberg.
Uncharted es, ante todo, una película de estudio. Y de los grandes. Uno puede imaginarse que es una de estas cintas que nacen en una reunión en la que abogados y expertos en marketing miran diapositivas. Fleischer es un director que trabaja con el piloto automático puesto y, justo por eso, es lo que este tipo de producciones necesita. No hay nada en Uncharted que no parezca obedecer a un estudio de mercado, empezando por el casting (que no tiene nada de malo, pero ya existe un Nathan Drake de carne y hueso, Jaime Cantizano Nathan Fillion, y aún está esperando que lo llamen), pasando por la música y acabando por una languidez general por miedo a enfadar a alguien en tiempos en los que hasta el Dr. Jones es censurable.
Esto se nota sobre todo en un detalle evidente: La acción. El videojuego funciona casi todo el tiempo repitiendo el mismo esquema: resuelves un puzzle que requiere una agilidad sobrehumana para completar, desbloqueas el camino hacia tu objetivo, que suele ser de acceso casi imposible, y cuando llegas descubres que los malos, de algún modo, ya están allí y tienes que matarlos a todos. En la película los puzzles se concentran todos en el mismo tramo -un estrambótico paseo por Barcelona que merece un artículo aparte-, los viajes accidentados se lucen especialmente en la secuencia del avión en la que se basa el 90% de la promoción, y la parte de matar a los malos... Uno no espera que emule al videojuego, donde el bueno de Drake entre chiste y chiste, acumula un bodycount que haría que Idi Amin se meara en la cama, pero el escasísimo número de enfrentamientos entre héroes y villanos es, como poco, sorprendente. En el minuto 1 de la película Drake envía a un tipo a una muerte segura de una patada y le pide disculpas. Supongo que eso lo resume todo.
No es que sea todo un desastre. El casting, como decía, funciona pese a no ser el obvio. Tom Holland es un actor que rebosa carisma y Mark Walhberg puede funcionar muy bien cuando tiene un buen día, y aquí es el caso. El toma y daca de pullas y comentarios tontos -en su mayoría improvisados- entre Drake y Sullivan es sin duda lo mejor de la película y lo que mejor funciona a la hora de mantener nuestro interés. También lo que mejor nos recuerda lo adorables que podían llegar a ser sus versiones pixeladas. No tan bien parado sale Antonio Banderas, que casi no puede lucirse en su papel de villano, mientras que Sophia Ali y especialmente Tati Gabrielle aprovechan hasta donde sus papeles les permiten, una como compañera eventual y otra como contrapunto a Holland.
En cuanto a Ruben Fleischer, el director sigue en la misma línea de sus tres últimas películas. Cierto es que la acción y el ritmo están mucho mejor resueltos que en la secuela de Zombieland o Venom, pero no hay ni un ápice de su personalidad (o de ninguna personalidad) en Uncharted. Todo parece formulaico, previsible y diseñado al milímetro para un segmento de la población que está más pendiente de la última canción de moda (¿una superproducción de aventuras sin un score memorable? ¡¡¡Aquí la tienes!!!) y de encontrar el cameo de algún ilustre andorrano que del hecho de disfrutar de una buena película.
El estreno de Nathan Drake y de Playstation Studios en la pantalla grande es una cinta diseñada para hacer dinero rápido, generar conversación en redes sociales y crear poca o ninguna controversia. Y para más inri, probablemente enfocada para un público al que Indiana Jones le debe parecer un dinosaurio. Uncharted, la película, parece dar la espalda a esa misma vocación de película que hizo grande a la saga de videojuegos; y eso es un tropiezo enorme hasta para un tipo acostumbrado a ir cayéndose de aviones. Nos quedaremos con la esperanza de que Naughty Dog pueda demostrar de lo que es capaz en la serie de The Last Of Us y con un deseo para adaptaciones futuras: Dejad trabajar a Neil Druckmann. Él sabe lo que hace.