Recuperar un maletín. Parece una misión sencilla, pero en Bullet train nada más lejos de la realidad. El nuevo film de David Leitch, basado en la novela de Kotaro Isaka, te lleva a una rocambolesca aventura a velocidad bala.
El director de Dead Pool sigue esa línea irreverente y ha conseguido reunir un grupo de colegas para hacernos pasar un rato agradable entre golpes, disparos y mucha comedia negra. Brad Pitt abandera el grupo como “pringao” al que le toca subirse a un tren donde parece celebrarse una convención de asesinos y él será el último en enterarse de lo que está pasando.
La película vehicula su trama acerca del yin y el yang, de la suerte o del destino y cómo éste suele tomarse como positivo o negativo, mas se han de ver las cosas con perspectiva, ya que tanto el yin como el yang son parte de lo mismo y por lo tanto todo es un fluir vital de acontecimientos y la carga que le pongamos depende del punto de vista. Tanto es así que nuestro aciago protagonista cree que el mal fario le persigue y sin embargo se libra de todos los peligros, que no son pocos ni livianos que le acechan en su tormentoso trayecto. Para evitar spoilers solo digamos le intentan disparar, acuchillar, envenenar y tirar del tren en más de una ocasión y, contra todo pronóstico, su supervivencia prevalece.
Los compañeros de viaje son diversos, el dúo cómico lo protagonizan lemon y tangenire (aka Aaron Brian Tyree Henry y Taylor-Johnson) -una extraña pareja que resulta tediosa por momentos-, la venganza latina viene de la mano de Bad Bunny -con una aparición demasiado estelar-, Zazie Beetz da el contrapunto tóxico -con poca prevención, la verdad-, Joey King se empodera como una mastermind -infravalorada a ojos poco versados-, Andrew Koji es el perfecto sufridor -un títere hasta casi el final- y Hiroyuki Sanada es, simplemente, un dios -vengativo, pero…-. Y es este último el que destaca gratamente en el film aportando las mejores escenas no tan solo de acción katanera sino también de sabiduría de la vida, algo que el resto parece ignorar.
Nos guardamos la sorpresa final que les espera a todos al final del trayecto, pero que, a la postre, no le hace sombra al verdadero “último samurai” y por mucho que a nivel actoral aflore cierto estatus equitativo, sabemos cómo va a acabar la cosa, no hay color…
Para aquellas acostumbradas a coreografías imposibles y chistes pasados de vuelta, Bullet Train es una de tantas americanadas intentando emular lo que ya está más que superado a nivel oriental, para todas las demás, será un disfrute para refrescarse este verano. En todo caso, nunca se sabe lo que te deparará el destino, pero recordemos que no es, per se, para mal.