Esta comedia del absurdo autodenominada “comedia de acción mental” por su propio director no acaba de convencer. Con un guion incoherente, hecho de ese modo con toda la intención del mundo, el surrealismo de escenas y actuaciones se apodera del escaso, y aun así, tedioso metraje (69min). Aunque si es verdad que alguna escena llega a ser realmente cómica, el film se pierde inevitablemente en sí mismo y se hace tan incomprensible que provoca un descenso en la atención del espectador difícilmente recuperable. Por lo que al elenco se refiere, nos encontramos con algún que rostro conocido (como Miguel Ortiz, al que pudimos ver en "El espinazo del diablo", de 2002) de la pequeña y gran pantalla cuyo trabajo hace más soportable el film.
Las limitaciones de cámara se hacen más que patentes, sin embargo, el uso de una mejor no modificaría significativamente el producto final lo cual convierte en un acierto el uso de una handycam.
Pese a todo, hay algo interesante en “Dispongo de barcos”: el ambiente creado, al puro estilo Lynch. Se nos adentra en un universo surrealista en el que sólo parecen existir los protagonistas de “esta historia”. A través del sonido, un ruido armonizado, se refuerza esa idea de vacio desesperante que plasma una y otra vez en sus obras el excéntrico y genial director de “Erasedhead” (1976) o “Terciopelo Azul” (1986), títulos que, como no podía ser de otra manera, pasaron por la puerta grande de este festival (en la pasada edición de 2007).