Original comedia musical -si se me permite la licencia-, en la que un grupo de músicos radicales se proponen crear una sinfonía urbana en cuatro movimientos utilizando la propia ciudad al mismo tiempo como escenario e instrumento.
Amadeus (un gag dentro del gag) ha sido un negado para la música toda su vida, frustrado, ya que pertenece a una de las familias más ilustres dentro del panorama musical, se centra en su carrera de policía. Sin embargo, un nuevo caso le obliga a imbuirse de nuevo en su pesadilla personal. Los artífices del pánico sonoro que azota la ciudad, se van a enfrentar a alguien que desea un mundo de música sin sonido. Este bizarro planteamiento es la base de una historia de amor entre los oponentes, la anarquista musical y el policía con amusia.
Esta fabula, que no cesa en empeño de arrancarnos la sonrisa-con excelentes resultados- combina el ritmo del sonido con el ritmo del montaje de las escenas creando un gran divertimento. El único impedimento para convertirse en una gran película radica en el decaimiento de la originalidad y espectacularidad de las escenas, auto trampa en la que cae el propio guión. El film arranca con una canción creada con una batería en la parte trasera de una furgoneta en marcha y las líneas de la carretera durante una persecución con la policía; una escena superada por el primer movimiento de la banda de criminales sonoros, el segundo movimiento supera el anterior y, lógicamente el film debería ir en crescendo, cosa que no hace.
Recomendada para amantes de la música moderna y para todo aquel que quiera pasar un rato divertido, este film deja en un buen lugar el poco conocido “humor nórdico”.