Un tesoro que vino de Tailandia
Uncle Boonmee who can recall his past lives (2010, Apichatpong Weerasethakul)

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Original

       La última palma de oro de Cannes llega a las pantallas del festival de Sitges. Con un título tan sugerente como: "Uncle Boonmee who can recall his past lives", el galardonado director de "Tropical Malady" (ganadora el pasado 2004 del premio del jurado de Cannes) ha creado una maravillosa obra de arte que trasciende nuestra percepción de la realidad.

 

        Se podría decir que este film a diferencia de anteriores trabajos del director difiere de aquellos por la aparición de un guión y una menor reiteración de escenas contemplativas, por otro lado, tan recurrentes en el cine asiático. En ese sentido, es sorprendente la existencia de un narrador "mudo", un conductor de la historia, que nos introduce, puntualmente, en el devenir de los últimos días del tío Boonmee como un ser terrenal. Asimismo, en contraposición a otros títulos del director, hay un menor uso de planos fijos y una fotografía mucho más oscura, llegando a haber escenas con una ausencia absoluta de luz.

        Son muchas las imágenes alegóricas y las metáforas metacinemátograficas que aparecen en esta película. El film arranca con la imagen de un buey que es cogido por un humano, la civilización versus la natura. El cuerpo del film nos enseña cómo estamos espiritualmente ligados a la tierra. La parte final, con un montaje de fotos de un posible futuro, o de un pasado, de la permanencia y la propia desaparición.

        El típico sonido que éste director utiliza en sus películas tal parece tener la intención de sumergirnos en una especie de estado de meditación budista, no nos hallamos ante una excepción, y el ruido de lo que parece viento continuo unido al de unos latidos nos llevan a  esa idea, a ese estado mental.

        En ese estado, puedes dejarte llevar de la mano entre realidad, el mundo de los fantasmas, el pasado místico, seres semideiticos, la percepción de los animales, la propia percepción del mundo del protagonista y los que lo envuelven. Es un viaje, casi astral, como lo define el mismo Boonmee. El tiempo se difumina, el pasado y el futuro son uno.

        El discurso social no se deja de lado, se representa a modo de pequeñas moralejas o lecciones. En la actualidad, vemos como los vecinos chinos traen la buena medicina y los laoistas buenos trabajadores; en el pasado, la lucha contra los comunistas, la lucha en los bosques, sólo condujo a la idea de que el pueblo es una mera herramienta dentro de su contexto. En conjunto, ideas que el pueblo tailandés podría aprender, aceptar y adaptar.

        En conjunto estamos ante una gran obra de arte imprescindible para cualquier persona, sea amante del cine o no. Una maravilla para los sentidos.



Por Silvia Garcia Palacios