Supervivencia en estado puro
127 Horas (2010, Danny Boyle)

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Original

     El esperadísimo nuevo film de Danny Boyle por fin llega a las salas españolas. De la fabula hindú oscarizada, a la historia verídica de un hombre que tuvo que pasar por una prueba de supervivencia extrema.
Aron Ralston es un escalador experto que, desde la inocente seguridad que da la juventud, se prepara para un fin de semana en el Parque Natural John Blue Canyon sin decirle nada a nadie. Aun conociendo al dedillo los recovecos de este paraje virgen sufre un accidente en el que su brazo derecho queda atrapado por una gran roca. Sin un alma que pase por ese lugar, ni ningún conocido que sepa adónde se dirigía, se prepara ante la posibilidad de que no pueda escapar de esta “prisión” de roca.

     El titulo que da nombre a este vibrante film son las horas que Ralston estuvo “retenido”, son las horas de las que dispuso hasta decidir que la única forma de salir de allí era amputarse el brazo.

     Sin duda, la historia suscita mucho interés no sólo por su vertiente humanista, en cuanto a la superación de uno mismo ante la propia supervivencia, sino también por el reto cinematográfico que supone un relato con un único protagonista anclado en un mismo lugar (como referente inmediato se podría tomar al film recientemente galardonado en los premios Forqué, Buried de Rodrigo Cortés). Como no podía ser de otra manera, el director de Trainspotting, armado de descaro y saber hacer, y lejos de proporcionar un producto lacrimógeno, nos cuenta una historia, sin aditivos, pero con mucha substancia.

     A sabiendas de que el plato fuerte del film es el momento de la solución drástica, el director opta por utilizar como inicio del film un montaje de imágenes en las que los brazos son los protagonistas de la acción, cual chiste, cual sugestión o quizás como toma de conciencia de algo que tenemos o podríamos tener y podemos perder en cualquier momento. La dinámica del film sigue por estos derroteros y aun introduciendo alguna que otra escena en la que, durante el sufrimiento del personaje, sus pensamientos recaen en sus seres queridos y envía mensajes de amor sobre todo a sus padres, no decae en el drama barato ni pretende mostrar otra cosa que el estado mental de alguien en una situación límite. La escena cumbre quizás sufre por resultar demasiado vertignioso, pero todo ello queda sobradamente compensado por los estupendos efectos especiales.

     Como cierre, recomendar, sin más, este estupendo trabajo del que se podrán sentir agradecidos los bares de los cines pues, independientemente de la aceptación que provoque en el espectador (apostamos que será muy buena), lo que si provocará, sin duda, es una irrefrenable sed.



Por Silvia Garcia Palacios