¿Cuál es tu película de terror favorita? Ante esta pregunta, más que una respuesta, tengo dos certezas. Una, que cualquier aficionado al género la ha escuchado, teléfono y distorsionador de voz mediante, unas cuantas veces. Y otra, que nadie pronunciaría una respuesta que empezara por “Scream” y terminara con un número.
Y aquí estamos, comentando la sexta entrega de la saga dirigida por Wes Craven entre 1996 y 2011 y reinterpretada/continuada por el dúo Radio Silence (Matt Bettinelli y Tyler Gillett) en 2021. Y lo normal sería resaltar lo poco que se puede comentar sobre una película que tiene un seis en su título, pero resulta que Scream VI me ha parecido, Sidney Prescott me perdone, la mejor Scream desde la original. Ahí es nada.
Esta nueva entrega se nos presenta con dos diferencias sustanciales con respecto a las anteriores. Por un lado, el traslado de la acción a Nueva York, lo que supone un soplo de aire fresco (lo de Los Angeles en la IV no cuenta) ante las repetitivas calles de Woodsboro, y por otro, la ausencia de Neve Campbell, estrella absoluta de la saga hasta ahora que renunció a continuar en su papel por motivos económicos, dándole al fin a Sidney un merecido pero inesperado descanso fuera de plano y lejos del círculo vicioso de imitadores de los imitadores de los imitadores de los Ghostface originales.
En Scream VI el protagonismo cae totalmente sobre las hermanas Sam y Tara Carpenter, Melissa Barrera y Jenna Ortega – cuyo subidón en popularidad en el último año se refleja en la importancia que adquiere aquí – que deberán enfrentarse a una nueva iteración del asesino enmascarado que las atormentara un año antes. La joven Tara intenta dejar el pasado atrás y seguir con su vida, mientras que Sam vive en constante tensión ante la posibilidad de tener que volver a enfrentarse al psicópata y el conflicto que le causa saber que ser hija de Billy Loomis, el primer Ghostface, puede no parecerle mal del todo.
Y hablando de Ghostface, Scream VI nos trae a la versión más violenta y descontrolada del villano hasta el momento. Sus apariciones son, obviamente, la razón de ser de la película, brillando en unas set pieces como el prólogo, donde Bettinelli y Gillett dan una nueva vuelta de tuerca a la tradición de la first girl, el ataque entre apartamentos vecinos y un viaje en metro en pleno Halloween donde varios viajeros disfrazados como él comparten vagón con todo tipo de monstruos. Queriendo llevar todo un paso más allá tanto estética como argumentalmente, los directores nos regalan algunas de las mejores apariciones del asesino, en la identidad que sea, que hemos disfrutado en la saga.
Por lo demás Scream VI sigue el libro de reglas de Craven y Kevin Williamson. El componente meta sigue ahí, abusado con gracia en las intervenciones de Jasmin Savoy-Brown -ojo a la escena post créditos- , que repite interpretando a la sobrina de Randy, explicador oficial de las dos primeras entregas. Los guionistas James Vanderbilt y Guy Busick reconocen que a estas alturas seguir haciendo avanzar esta trama es un esfuerzo de pura comedia y se tiran al fango subiendo el componente culebronesco al máximo, anunciando reglas que luego desobedecen alegremente y, en resumidas cuentas, concentrándose en escribir una película lo más efectiva (en sus propios términos) posible más que en reinventar ninguna rueda. Escribir la entrega más disfrutona de una saga que ya rozaba lo paródico sin dejar nunca de abrazar la absurdez en la que ésta ha derivado no debe ser tan fácil como parece en manos de estos dos.
El trabajo de Radio Silence tras la cámara refuerza el giro festivo del guión, rodando unas secuencias de terror más violentas y a la vez divertidas que nunca, plagando la película de homenajes al género – de las trilladas referencias a Freddy Krueger a otras para muy cafeteros como la armadura de cartón de Murder Party – y dando empaque a una historia que se sabe ridícula y no tiene ningún problema con ello. Uno tiene que estar muy metido en el Screamverso para seguirle el juego a esta película pero, a ver, es la sexta. Sabías a lo que venías.
Donde no sale tan airosa la cinta es en el apartado interpretativo. Si el trío femenino Barrera, Ortega y Savoy-Brown se crece en sus personajes y les añaden nuevas capas con las que mantienen nuestro interés por ellas, Courtney Cox como Gale queda un paso por detrás con una aportación desganada, como si actriz y directores ya supieran que se le acerca el momento de ceder el testigo. Entre las novedades hay que destacar para bien a Samara Weaving y Tony Revolori, que levantan el prólogo, y para mal a Jack Champion y a Dermot Mulroney, que parece haberse tomado lo del culebrón demasiado en serio, y como infame MVP de la película tenemos a una limitadísima Hayden Panettiere, cuyo absurdo papel de antigua superviviente reconvertida en agente del FBI le queda inexplicablemente grande. El nivel actoral de Ortega, Barrera y hasta de la máscara de fantasma se ve elevado gracias al trabajo de este trío de ases. Canta tanto que no puede uno evitar pensar que se han elegido a propósito.
Como dije, es tan absurdo hablar de una sexta entrega que se hace hasta complicado. No va a interesar a alguien que no se haya comido ya cinco Screams (por mucho que la V se vendiera como un reinicio que nunca fue en realidad) pero si estás tan dentro del juego creado por Wes Craven hace ya 27 años es posible que te encuentres con una sorpresa de lo más agradable. Radio Silence han entendido lo bueno y lo malo de la saga y se la han jugado con todo, y el resultado es una versión hipervitaminada que abraza sin complejos ambas caras de la moneda. Y una divertida, salvaje y entretenidísima secuela de la recuela, o lo que sea, que no se molesta en darse sentido a sí misma para que tú tampoco se lo intentes dar. Así da gusto llegar a las sextas partes.