Nicolas Cage no nos da tregua y arremete de nuevo en las pantallas de cine con una nueva producción y tras meterse en toda clase de roles, le tocaba el turno al señor de la oscuridad, al mismísimo Dràcula y bueno… Como bien podemos esperar, lo hace a su estilo.
De título Renfield, el film está protagonizado por su tocayo Nicholas Hoult, el cual encarna al sufrido lacayo (si, de zombie adolescente a mano derecha del Empalador…) que tras varias décadas de servicio llega a la conclusión de que su relación codependiente ha llegado demasiado lejos, un eufemismo para “tóxica”. Partiendo de esta “irónica” situación, el film lo utiliza como una excusa para perpetrar baños de sangre, lluvias de desmembramientos y avistamientos de vísceras por doquier. Y sin embargo, la cosa empieza de lo más cinéfila, permitiéndose el lujo de tomar prestado un clásico del género (Bela Lugosi mediante) para explicarnos el background de los personaje sin pretender recrear la novela de Bram Stoker por enésima vez, cosa que por un lado se agradece dentro de las filas de fans de Dracul y no queda de más para aquellas nuevas generaciones perdidas que puede que no sepan de qué va la historia. A partir de aquí, como hemos comentado, entre litros de sangre y coreografías de lucha, somos testigos del vaivén interior de Renfield el cual sigue a la merced de los deseos y órdenes de Vlad al tiempo que hace su mayor esfuerzo por crear su propio camino. Su inspiración para ello llega de la mano de una policía incorruptible, interpretada por Awkwafina, la cual tiene la firme determinación de acabar con una banda mafiosa que domina la ciudad.
Como si Cage tras la capa del mayor chupasangre no fuera suficiente, la banda del crimen organizado duplica la peligrosidad de la situación, pero para “comprometido” tenemos el trabajo de Chris McKay tras las cámaras. Sea por falta de presupuesto, tiempo de rodaje o una combinación de desfortunas, el resultado es un desastre a nivel de dirección, cosa que se ha intentado solventar, sin mucho éxito, en el montaje. Claro ejemplo de ello es la falta, sí, falta de planos en algunas escenas. Y es que no estamos tampoco ante un gran guión, estamos ante una comedia en la que se superficializa un tema tan doloroso como salir de una relación de codependencia, pero aquí no le pedimos peras al olmo, pues no se esconde en ningún momento ni pretende ningún tipo de profundidad sino meramente un entretenimiento.
¿Es necesaria esta película? No. ¿Divertirá a los fans de Cage? Sí, pero queda muy por debajo de sus anteriores locuras. Relegarse a un segundo puesto a nivel actoral y limitar en cierta manera su sello histriónico (podría haberse desatado mucho más) no juegan a su favor en un film que de por sí no tiene más aliciente que su presencia y el gore que se espera ver. Atrás quedan salvajadas más satisfactorias como Mandy o comedias más conseguidas como El insoportable peso de un talento descomunal, pero a 5 películas por año, nuestro endeudado y oscarizado actor ya puede darse por satisfecho, no puede aspirar a que todas den en la diana.