Un marco alrededor del caos
ANSELM (2023, Wim Wenders)

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Original

“Al poner un marco alrededor del caos, se crea una obra de arte”.

Anselm Keifer


Permítaseme recuperar el aliento y permítaseme también dar las gracias a Wim Wenders por haber descubierto a más de uno el brutal artista neo-expresionista alemán Anselm Keifer (pronúnciese /Kifa/) que dice no quererse manifestar como anti-fascista para no insultar a los que de verdad lo fueron durante el nazismo porque no sabe realmente qué habría hecho él de haber nacido antes de 1945. ¿Y nosotros? ¿Qué habríamos hecho nosotros?






No es la primera vez que Wenders hace un ejercicio de sensibilidad extrema mezclado con una capacidad de discreción absoluta. Pero vayamos por partes: el director hace un recorrido por las memorias, crecimiento, evolución, técnicas de trabajo, pensamiento del artista alemán. Sin duda, nadie puede quedar ajeno a la espectacularidad y calidad del trabajo de Kiefer. No queremos abundar acerca del contenido del filme para dejar que la audiencia genere su propia lectura de las enormes telas, espacios y técnicas de trabajo, instalaciones y demás detalles que tan hermosa y suavemente se desvelan a lo largo del metraje.



 


En cuanto al trabajo de Wenders, debemos destacar la habilidad pasmosa de mantenerse al margen de lo que ocurre en la pantalla y, dejarse, si acaso, mostrar solamente del otro lado de la cuarta pared. Detalle que quizás sólo se note en los más que recomendables visionados en la sala de cine. Por un lado, la banda sonora compuesta por Leonard Küßner, grandiosa pero no apabullante, íntima pero no introspectiva, delicada pero no cursi, complementa de maravilla las imaǵenes con una sensibilidad acorde con el recorrido emocional que se muestra. El hecho de que podamos decir que suena fuera de la pantalla no desmerece en absoluto la calidad y la oportunidad de su elección sino todo lo contrario. Por otro lado, y también fuera de la pantalla, cuando no hay música, reflexiones en voz alta del propio artista o simple silencio, se pueden oír unas voces sutiles que susurran entre sí, como si alguien de la butaca contigua a la nuestra estuviese comentando a su acompañante el espectáculo que está viendo. 





En resumen, si ya se conoce la obra de Wim Wenders, no habrá decepción ante su recorrido por el trabajo de Kiefer. Si ya se conoce la del pintor y escultor, tampoco habrá decepción. No cerraremos esta reseña sin recordar lo conveniente de darse un paseo tras el visionado de la película para ver las calles bajo el filtro de lo percibido. Si por el camino uno se encuentra una librería, es muy recomendable entrar y hacerse con algún libro (mejor comprado que robado) del poeta rumano-ucraniano, Paul Celan que, a pesar de ser judío, escribió su obra en alemán y que Keifer cita profusamente a lo largo de todo el metraje.



Por Agustí Lloberas del Castillo