Citizen of a kind (Ciudadana Deok-hee en el original), película inaugural del Asian Film Festival, está muy libremente basada en la historia real de Deok-hee, una madre soltera que regentaba una lavandería en Hwaseong, ciudad costera del oeste de Corea del Sur. Deok-hee, tras un incendio en el local, aceptó por teléfono un generoso préstamo de su banco, pero en seguida descubrió que había sido víctima de una estafa por phishing. Ante la pasividad policial, es ella misma, junto a amigas y compañeras, quien se encarga de perseguir a los timadores para poder recuperar su dinero. Lo hará con la colaboración, a distancia, del joven que la engañó, que a su vez es víctima de la trama mafiosa que le retiene contra su voluntad y le obliga a estafar a destajo.
Park Young-ju es una directora de solo 32 años pero con una larga trayectoria como guionista, y ya estrenó en 2019 el drama estudiantil Seonhuiwa Seulgi (Second Life). En Citizen of a kind, su segundo largo, mezcla géneros de forma arriesgada pero exitosa, como vemos habitualmente en las producciones surcoreanas. De entrada estamos ante el desgarrador drama humano (durísimo el momento en que los servicios sociales le arrebatan la custodia de sus dos hijos) de alguien que siente impotencia y rabia pero también sufre el autoflagelo por la vergüenza de haberse dejado manipular fácilmente. Por fortuna Park evita recrearse en el sentimentalismo. Fundamental el casting con una estelar Ra Mi-ran: borda el papel, muy vehemente y cercana. Es imposible no empatizar con su epopeya, y los personajes secundarios salpican eficazmente la historia de alegría y emociones, con esa expresividad tan coreana que pasa sin problemas de la carcajada al llanto.
Son casi dos horas de metraje que pasan volando. Su principal virtud es el ritmo, la habilidad de convertir una historia a priori árida en un thriller trepidante gracias a una muy buena producción. Hay acción, suspense, drama, comedia, incluso terror con alguna muerte sobrecogedora en la guarida de los timadores, y el crescendo final en el aeropuerto es insuperable. Por algo la película ha sido de las pocas rentables en Corea este año. En 2021 se estrenó Boiseu (On the Line), de Kim Gok y Kim Sun, también sobre phishing pero con un tono mucho más serio.
La película alerta sobre este fenómeno global de estafa generalizada pero no renuncia a entretener, más bien apuesta por ello, lo consigue de pleno y consolida el cambio de roles con respecto a la narrativa convencional más tópica: en este caso hay una heroína que no se rinde ante nada y que se las ingenia para rescatar al joven secuestrado, ante la pasividad funcionarial del apocado jefe de Policía.
Cine en estado puro, en definitiva. Denuncia social, intriga, sonrisas y lágrimas: inmejorable apertura para el duodécimo Asian Film Festival organizado por Casa Asia, que además de filmes coreanos, chinos, japoneses o indios, abordó narrativas y geografías menos habituales procedentes de Asia Central y el Sudeste asiático, con una inédita retrospectiva sobre cine aborigen australiano. La surcoreana Ransomed, la china Black Dog, la japonesa My Sunshine, la india All We Imagine As Light o la iraní The Seed of the Sacred Fig destacaron entre más de un centenar de títulos.
CONTENIDO EXTRA
Entrevista a Park Young-ju, directora de Citizen of Kind
-Sensaciones a su llegada a Barcelona?
-Llegué a medianoche, esta mañana al abrir la ventana confirmé que no estaba en Corea sino en Barcelona, ¡¡jaja!! La verdad es que estaba un poco nerviosa, pero me alegré mucho al ver tantos medios en el pase de prensa.
-¿Cómo convenció a la protagonista de la historia?
-Tuve un encuentro con Deok-hee, me explicó largamente cómo le hicieron el phishing y de inmediato conecté con ella, no me hizo falta mucho esfuerzo para convencerla, cuando compartes el dolor todo es más sencillo.
-¿Su experiencia como guionista le hizo apostar por la mezcla de géneros?
-Sí, hay una parte oscura en la historia, pero quise ponerle también acción, alegría… Sobre todo meternos en la piel de la protagonista y entender sus estados emocionales.
-¿El cine sirve como arma de denuncia?
-El cine por sí mismo no va a arreglar nada, pero quería mostrar lo que ocurre con las estafas de este tipo. Incidir en que la víctima no debe esconderse ni sentir mala conciencia: es eso, víctima, y los malos deben pagar por sus delitos, es el mensaje que he querido trasladar.
-La película ha tenido un proceso largo.
-La producción no fue sencilla, además nos pilló el coronavirus de por medio y paralizó todo, de hecho desde que empecé a escribir el guión hasta acabar la película pasaron unos seis años.
-¿Está teniendo buena acogida?
Sí, en Corea ha funcionado muy bien y además de Barcelona, hemos estado en festivales de Suecia, Italia (en el Far East Film Festival de Udine lo vio Menene Gras, directora del Asian Film Festival)… estoy muy satisfecha.
-La elección de la protagonista era clave, de hecho las interpretaciones son notables, hay una gran dirección de actores.
-Cuando escribía el guión ya pensaba en la actriz, y por suerte aceptó. El elenco era medianamente conocido, más bien eran secundarios, pero ahora son mucho más famosos porque son muy buenos y en los tres últimos años han hecho varias películas de éxito.
-Sus nuevos proyectos ¿de qué género serán?
-Es pronto aún para hablar, pero de momento estoy con proyectos de series de TV, una dramática y otra que mezcla trama romántica y criminal.