Hace varios años en otro festival, el Baff, tuve el privilegio de conocer a uno de los directores más interesantes del panorama actual, y digo panorama actual pues su cine no debería limitarse a sus fronteras. Es una gran suerte poder ver su último trabajo y confirmar de nuevo la anterior afirmación.
Con un principio y un final abruptos “Cold Fish” busca, como ya pudimos ver en “Love Exposure” los límites, cuánto hay que presionar, hasta dónde se puede aguantar antes de explotar. El pueblo nipón, aun siendo el propio, es una base excelente para sus planteamientos argumentales, ya que su sumisión cultural encierra una bomba de relojería.
Un apacible tendero es empujado a bajar hasta un estado cuasi animal tras cruzarse en su vida un ser amoral que domina, humilla, mata y viola a voluntar e impunemente ya que deshuesa y quema los restos de sus víctimas. A partir de esta escalofriante y aterradora historia Sion Sono nos muestra un mundo sin moral en el que la maldad vence no por que sea más fuerza sino por la debilidad existente. Como viene a se parte de su estilo, disfruta de una libertad refrescante en sus films en los que, y este no es una excepción, la matanza, la perversión y la sangre son denominadores comunes como lo son los instintos básicos que se encuentran en todas las personas independientemente de las insistentes palabras que el gran hermano nos intenta inculcar: “civilizados”, “evolucionados”… “humanos”.
Es impresionante que se pueda llegar a estos niveles con pocos medios como es el caso del presente film. Rodada en digital y como si una cámara doméstica se tratara, “Cold Fish” llega a unos niveles de realismo que lejos de sensibilizar al espectador le introducen en la historia para llegar a ser parte de la misma.