Si hubiera premio a la mejor actuación no humana…

Una de las sensaciones del año, por lo que a género de terror se refiere, llega a las pantallas, un filme protagonizado por nada más y nada menos que un golden retriever, Indy. Dirigida por el cortometrajista y novel en largometrajes Ben Leonberg, Good Boy representa que no lo hemos visto todo y que aún hay historias y puntos de vista por descubrir y explorar en la cinematografía.






El argumento destaca no tanto por la historia, la cual nos traslada a una aislada casa donde resurgen poltergeist, si no por el punto de vista desde la cual está explicada, desde el punto de vista del protagónico perro, el cual está percibiendo elementos sobrenaturales ante los cuales reacciona como buenamente sabe. Los humanos se relegan a un merecido segundo término, sin apenas ver ningún rostro en toda la película y simplemente acompañamos al sufrido cánido en sus aventuras -o desventuras-. Como en toda buena obra de “casas encantadas”, poco a poco se nos van dando pistas de la procedencia o razón de ser de estas manifestaciones las cuales, en el caso que nos ocupa, tienen mucho que ver con el antepasado de Indy. La historia parece repetirse y cómo aquel, éste intentará con todas sus fuerzas ser, cómo no, un “buen chico”.






El punto fuerte de Good boy reside no tan solo en esta refrescante forma de vertebrar una obra de horror, sino también en su desarrollo, el cual lejos de cansar, crea un ambiente terrorífico que hace empatizar con el personaje principal como si de un homo sapiens se tratara. El mero hecho de conseguir proyectar en la espectadora miedo, ansiedad, sufrimiento y, a la postre, determinación extrema a través de los ojos de un animal es de aplaudir. Así mismo, el mensaje final de la película es muy interesante y hace paralelismos, salvando distancias, al mito de Orfeo y su valiente empresa para salvar al ser amado. Una llamada al amor incondicional en la peor de las situaciones y toda una oda a la fidelidad de la que el mejor amigo del humano puede ofrecer. No es de extrañar que en la vida real Indy sea tutelado por el propio director, cosa que es de doble elogio, en lo relacionado al maltrato y trato animal, queda claro que ha habido un excelente buen feeling entre realizador y protagonista. 





Entra dentro de las posibilidades que tras todo el bombo o boca a oreja de la que se ha hecho gala Good boy pueda decepcionar a la más aguerrida de las fans del género ya que no pretende más que lo que ofrece y eso haya jugado en su contra, ahora bien, es de defender esta, en el fondo, entrañable historia de lealtad interespecies.