Sisu, de 2022, fue un éxito entre los fans de la acción que encontraron en el film de Jalmari Helander un oasis de brutalidad y slapstick sangriento que, a diferencia de las ultra estilizadas películas de John Wick y similares, no intentaba disimular la violencia entre filigranas.
Sisu no era una gran película pero supo dar lo que un sector de la audiencia sediento de sangre necesitaba en el momento. Y, teniendo en cuenta que casi dobló su presupuesto, era de esperar que la picadora de carne finlandesa volviera a asomar por nuestras pantallas.
Y vaya si ha vuelto. Sisu: Camino a la venganza (más adelante hablaremos del título) es exactamente lo que uno esperaría: Más grande, con más dientes. Y casi con argumento.
Sisu II, cómo voy a llamarla a partir de ahora, empieza con el toque de humanidad que nunca tuvo su predecesora. Aatami Korpi, nuestro inquebrantable protagonista, cruza la frontera del territorio anexionado por la Unión Soviética para llegar a su antigua casa. Su misión: desmantelarla, subirla a un camión, y volver a construirla para pasar sus días en paz en lo que queda de Finlandia. Pero tan pronto el ejército Rojo se percata de su presencia, pone en marcha un plan para matar al ex comando que eliminó a más de sus 300 soldados en tiempos de guerra. Para ello sacan de Siberia al hombre que mató a la familia de Korpi - provocando su ira en primer lugar -. Libertad y riquezas a cambio de terminar lo que empezó (y por tanto, respecto al título, el camino de la venganza es el de los malos, Korpi, que solo quiere llegar a Finlandia y reconstruir su hogar, como mucho estaría en el camino a la mudanza).
Lo que sigue a continuación es una sangrienta persecución, la caza de un hombre al que es imposible matar. Porque el ex comando, “el hombre que se resiste a morir” (y a hablar, pues no pronuncia una sola palabra en toda la película) hace honor a su nombre en cada secuencia de acción. Y no porque se le represente como una efectiva máquina de matar; en realidad se debe a que las balas siempre le pasan de lado, las bombas siempre le caen encima a algún enemigo, los soldados soviéticos toman por costumbre posarse demasiado cerca de algún prop que puede acabar y acabará haciéndolos papilla y las leyes de la física, la química y la termodinámica conspiran para que el buen hombre pueda seguir su camino. Korpi, por su parte, pasa la película más empeñado en no perder una sola viga que en acabar con los villanos, lo que le da un toque melancólico a un personaje que avanza durante la primera mitad de la película mientras los enemigos hacen todo lo que pueden por morir de manera brutal y espectacularmente casi sin su ayuda.
Es cierto que en su segunda mitad, cuando como si estuviéramos en Fury Road, la persecución cambia de sentido, Sisu II tiene algunos momentos en los que Helander demuestra esas habilidades que los que hemos visto Rare Exports sabemos que tenía. La secuencia en el vagón de tren combina tensión, humor, acción y una gracia tras la cámara que no había asomado en la anterior hora de soldados saltando en pedazos. Y el esperado cara a cara entre Jorma Tommila y esa bestia que es Stephen Lang – que pese a tener su momento queda bastante desaprovechado, aunque no tanto como Richard Brake, un actor cuya presencia es pura amenaza reducido a hacer de funcionario – tiene al menos cuerpo suficiente como para que el final pueda causar algo de impacto.
Es en sus minutos finales, después de la masacre, cuando Sisu II nos da un trocito de algo que, de haberse explotado con cabeza, podría haber transformado la película en algo muy distinto. Una escena con peso, con corazón, y en la que el personaje de Aatami nos permite empatizar, nos da ganas de acompañarlo. Desgraciadamente, ahí termina todo.
Sisu II, por tanto, ofrece un festín para los fans de la primera parte. Pero no se molesta en arreglar ni uno de los fallos de ésta, por lo que quien no entrara en el juego en 2022 no va a tener manera de hacerlo ahora. Quizás para la tercera, que llegará, Helander sepa sacar partido de un personaje que, aunque se empeñe en impedírselo, podría tener mucho que decir.