Fantasmas de Marte es, a falta de cinco días para el estreno en Sitges de The Ward (2010), la última obra del maestro John Carpenter. Fantasmas es, a muchos niveles, su película más arriesgada y personal, con el posible permiso de En la boca del miedo (In the Mouth of Madness, 1995); un film en el que su autor intenta crear una película cien por cien Carpenter, un poco lo mismo que hizo Sam Peckinpah en Quiero la cabeza de Alfredo García (Bring me the head of Alfredo Garcia, 1974). A todo esto debemos sumarle una estructura tremendamente intrépida, y obtendremos una de las más importantes y significativas obras maestras de John Carpenter.
Estructuralmente, la narración consiste en un gigantesco flashback, que ocupa unos noventa de los cien minutos que dura la película. Pero lo chocante en esta disposición del film es que dentro de esta narración principal están contenidas otras narraciones, que a su vez contienen un cuarto nivel de narración (Mundo presente - Flashback - Narración de un personaje dentro del flashback - Narración de un personaje dentro de la primera narración), a la manera de Las mil y una noches. Como podemos observar, Carpenter hace lo que Nolan en Origen (Inception, 2010), pero sin tantos fuegos artificiales y siendo muchísimo más práctico.
Otra cuestión más habitual en el cine de Carpenter, pero que en esta ocasión el maestro lleva al paroxismo, es su relación con la serie B. En su intento de acercarse todo lo posible a las sensaciones que provocaban aquellos films, Carpenter, durante toda su carrera, los ha imitado de forma claramente consciente, incluso cuando esto era poco razonable por el tamaño de la producción. Esta tendencia se pone al descubierto cuando Carpenter empieza a contar con cierto presupuesto, es decir, a partir de Halloween (1978): las películas en las que Carpenter dirigió a Kurt Russell, como La Cosa (The Thing, 1982) o 2013: Rescate en L.A. (Escape from L.A., 1996) son el mejor ejemplo. Sin embargo, aunque este último film contó con un presupuesto mayor, Fantasmas la supera en ambición: al fin y al cabo, aquí Carpenter no reproduce "únicamente" la ciudad de Los Ángeles, sino todo un planeta. Así, en Fantasmas de Marte podemos ver veintiséis millones de dólares invertidos para representar al planeta rojo... gastados principalmente en entrañable cartón-piedra.
Nos encontramos ante lo que es, en cierto sentido, un intento por parte de Carpenter de crear su opus magnum, de concentrar en un sólo film todos sus temas principales. Y el principal, el que le ha acompañado desde su primigenia admiración por Howard Hawks, es el western, en particular Río Bravo (1959). Durante su carrera, y a pesar de no haber realizado jamás un western puro, Carpenter los ha versionado en gran cantidad de ocasiones: las dos películas de Snake Plissken, Están vivos (They Live, 1988), Vampiros de John Carpenter (John Carpenter's Vampires, 1998), y, por supuesto, su remake de Río Bravo, Asalto a la comisaría del distrito 13 (Assault on precinct 13, 1976). Es esta última película, su primer film personal y primera obra maestra de su carrera, la que Carpenter rehace en Fantasmas de Marte: sólo se substituyen elementos accesorios de la historia, como la ciudad de Los Ángeles, que es suplantada por una colonia marciana, o los criminales de Asalto, que en Fantasmas son humanos infectados por una misteriosa niebla marciana -que, en otro de sus guiños, es muy similar a la de La Niebla (The Fog, 1980)-. También aparecen en el film otros temas habituales en Carpenter, como la suplantación o la misoginia, esta última llevada a un terreno particularmente extraño: a pesar de que la protagonista es una mujer, la sociedad que irresponsablemente ignora la amenaza de los marcianos es un matriarcado, donde el lesbianismo es más que habitual. Y, curiosamente, y al igual que en Halloween, únicamente los castos son salvados; mientras que los que muestran deseo sexual, especialmente si este es homosexual, son eliminados. Muy probablemente esto último sea un guiño al pretendido conservadurismo de Halloween, que Carpenter siempre ha negado.
Por todas estas cuestiones creemos que Carpenter pensó Fantasmas de Marte como la obra que llevaría al súmmum la mayor parte de las constantes de su cine. Pensamos que es probable que en un principio la imaginara como su última película, la que nos dejaría como resumen de su cine y su actitud ante la vida. A eso parece apuntar el maravilloso final: la aventura, la amistad, la acción; en definitiva, todo lo que forma parte del cine de Carpenter, durará para siempre. Como sus películas.