La espera ha sido larga, pero por fin tenemos la ultima obra del realizador John Carpenter. Titulada The Ward (trad. El pabellón), está ambientada a principios de los años sesenta y se desarrolla en un psiquiátrico en el que un grupo de pacientes está siendo atacado por un personaje fantasmagórico.
Tras una breve introducción en la que una chica es perseguida por la policia llega a una granja y le prende fuego, el film arranca con unos sugerentes títulos de crédito que dan paso al ingreso de ésta en un manicomio. En éste, se la recluye en un área de aislamiento en el que compartirá su estancia con otras cuatro chicas. Pronto empieza a tener encuentros, cada vez más violentos, con lo que parece un fantasma de mujer, episodios que, por lo que va descubriendo, el resto del grupo también padece. Al ser ignorada-lógicamente-por el doctor toma la decisión de huir lo más pronto posible del lugar.
A priori, la historia que presenta el film puede parecer una sencilla historia de asesino en serie del puro estilo de Halloween en la que –para fraseando otro gran film-“solo puede quedar uno”. Sin embargo, y no sin las pistas justas y precisas, el director nos plantea la multiplicidad de personalidades para hacer que la amenazada devenga la propia amenaza. Como buen film de “instituciones mentales” se juega con elespectador para introducirle en los entresijos de una psique perturbada.
Dentro del universo Carpenter es novedoso que éste use la muerte de forma metafórica, algo que de ningun modo supone una variacion de su estilo, su modo de crear suspense de una forma tan natural. Es un film que nos recuerda gratamente a sus primeros grandes trabajos (por ejemplo, Halloween), entre otros motivos, por la facilidad con que parece mantener la tensión en todo momento al son de esos inquietantes acordes de piano, al tiempo que guarda enorme coherencia con sus últimos proyectos televisivos (véase Masters of Horror) sobre todo por lo que a factura se refiere. En general, estamos ante una obra menor dentro de su filmografia al tiempo que consecuente con su trayectoria.
En fin, deleite, posiblemente contenido, para fans y notable film para amantes del género, Carpenter demuestra que no es de los que con los años pierdan su "toque", su capacidad para hacer surgir gritos de terror en una sala de cine, manteniendo su nombre dentro de los grandes del cine de terror.