La vigesimotercera cinta del popular agente británico destaca por ser, en lugar de un paso en falso, un avance respecto a la nueva saga iniciada hace seis años con “Casino Royale” (Matin Campbell, 2006). A diferencia de la anterior entrega, “Quantum of Solace” (Marc Forster, 2008), en esta ocasión tenemos una historia cerrada, bien realizada y sin muchas pretensiones.
Skyfall es una película clásica de Bond y, al mismo tiempo, no lo es. Sam Mendes se aleja del envidiado y popular estilo de Paul Grenngrass (“The Bourne ultimátum”, 2007) que resucitó el cine de acción y se aproxima al reciente y excesivamente alabado Christopher Nolan (“The dark knight”,2008). Las escenas de acción están bastante dosificadas a lo largo de toda la película y son, en determinados momentos, demasiado tranquilas. Por el contrario, cualquier otra escena que no sea de acción, está dirigida elegantemente gracias a una fotografía y localizaciones más que adecuadas.
Respecto al guión, a pesar de contar una historia cerrada, comete el error de empezar a tratar temas como el pasado de James Bond o su lealtad hacia M, para luego dejarlos de lado y centrarse constantemente en las principales diferencias entre Bond y Silva (interpretado por Javier Bardem. “No country for old men”,2007). Características como planes maestros y enemistades dentro de un servicio secreto comienzan a ser un clásico, pero mientras sean útiles para la historia en general no hay ningún inconveniente. Algo que no queda claro es el grado de verosimilitud que se quiere obtener, pues combina escenas creíbles, o humanamente factibles, con actos, diálogos y sucesos al más puro estilo sobrehumano del personaje de Bond.
Sobre Silva, el personaje de Bardem, se puede decir que ya forma parte de la lista de villanos pintorescos de la serie 007. Desde su primera aparición en la cinta, eclipsa a la mayoría de personajes y hace que se quiera ver más de él, algo cada vez más de moda en el cine comercial con antagonistas como Loki de “The avengers” o Bane de “The dark knight rises”; aunque, como también viene siendo habitual, no se profundiza mucho en el personaje y queda relegado a la función de mero rival del héroe.
El caso de la tradicional chica Bond es bastante curioso, pues, mientras que en el primer tercio del film se tenga a Eve (Naomie Harris, “28 days later…”, 2002) y durante el nudo se destaque la sensualidad de Sévérine (Bérénice Marlohe, “La discordance”, 2007), la verdadera protagonista femenina es M (Judi Dench, “The best exotic Marigold hotel”, 2011). En esta entrega de Bond adquiere una relevancia especial ya que, además de ser la causa de todo lo que sucede, en todas y cada una de sus escenas su presencia es imponente.
En conclusión, estamos ante una de las mejores películas de la saga de James Bond si se tiene en cuenta el reinicio de la franquicia desde que Daniel Craig interpreta al personaje. Comparándola a sus antecesoras destaca, inevitablemente, por pecar en detalles como la poca credibilidad de las escenas de acción o por tener demasiada seriedad en determinados momentos. Así mismo, se sostiene como película independiente de todas las demás, aunque cuesta mucho desligarse del todo si constantemente se hacen referencias tales como la relevancia de los clásicos secundarios o el mítico Aston Martin DB5. Pero todo esto es inevitable al celebrar el medio siglo de vida del personaje en la gran pantalla.