El rescate de Affleck
Argo (2012, Ben Affleck)

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Original

          El de Ben Affleck es un caso curioso. Pasó de joven prodigio al recibir un oscar junto a Matt Damon por el guión de "El indomable Will Hunting", a ser uno de los puntales de la cuadrilla de Kevin Smith, para después convertirse en uno de los actores más denostados de Hollywood, recibiendo críticas homicidas por cada papel que interpretaba y con la prensa más pendiente de su vida privada que de su carrera. Y cuando no parecía tener mucho futuro por delante, se puso tras la cámara, sorprendiendo a todos con dos películas como "Gone Baby Gone" y "The town", mostrando al mundo una nueva faceta que se le daba muchísimo mejor que la de actor y llamando la suficiente atención como para que el mundo estuviera pendiente de su próximo paso.

          Y entonces llegó "Argo".

         Para su tercera película, Affleck se coloca a ambos lados de la cámara para hacer un thriller compacto, tensísimo, con muchos toques de comedia y una historia real de las que cuesta creer que sean reales. "Argo" nos traslada al Irán de 1979 (el magnífico prólogo en forma de cómic nos pone en situación, para que nadie se quede sin saber de dónde vienen los tiros) cuando un grupo de seguidores del Ayatolah Jomeini asaltó la embajada de Estados Unidos en Teherán y tomaron a todos sus ocupantes como rehenes. A todos, menos a 6 diplomáticos que lograron escapar y refugiarse en casa del cónsul canadiense, convirtiéndose así en auténticos blancos humanos y en prioridad de rescate para el gobierno estadounidense. Para ello recurren al agente Tony Méndez (Affleck) que propone el plan menos malo posible: fingir estar buscando localizaciones para una película de ciencia ficción inexistente y sacar a los rehenes como miembros del equipo. "Argo" es esa película, y ésta es la película sobre ella.


           Es una idea valiente, usar un hecho histórico no tan lejano, con el fondo de un conflicto que aún sigue ahí, y, en vez de tirar por el sensacionalismo peliculero que tanto gusta en Hollywood, combinar el suspense y el humor, con una pizca del cine social más moderno y de las películas de espías de hace 3 décadas. "Argo" recuerda un poco a Spielberg, a Lumet, a Greengrass o a Paul Thomas Anderson, y se desvela como una carta de amor encubierta al cine de ciencia ficción, a los simios, a los jedis, a la enterprise, y a esas películas de naves y héroes estelares que podían hacer que todo pareciera posible. Incluso un rescate americano en Irán.

         Con una historia que se mete al espectador en el bolsillo nada más empezar, y el tono adecuado demostrado desde el mismo prólogo, Affleck se mueve como pez en el agua en su labor como director. "Argo" se mueve en tres ambientes totalmente distintos entre sí, que deben trabajar al unísono para que todo llegue a buen puerto. Así, tenemos la trama en Irán, rodada de forma sobria, oscura, casi documental en algunas escenas (y claramente efectista en otras) y básicamente la que te pega a la butaca y hace que te muerdas las uñas. El guión de Chris Terrio huye del maniqueísmo: se centra en la humanidad de los rehenes pero no olvida el hecho de que son asuntos muy sucios los que les llevaron a Teherán, y no oculta cierta justificación en la rabia del pueblo iraní pero sin perdonarles la imagen de turba violenta, descontrolada y troglodita que aún a día de hoy podemos seguir viendo en las noticias. Los rehenes, con un trabajo de caracterización impresionante, cumplen todos con sus papeles a la perfección, y la ciudad es recreada con bastante fidelidad, siempre viva, llena de movimiento, pero con el miedo presente en todo momento, ya sea en forma de militares, de ahorcados por las calles o de la omnipresente mirada del Ayatoláh repartido en carteles, fotos y cuadros en casi cada plano.


          Como contrapunto, la trama Hollywoodiense mete el toque cómico, y aquí Affleck es flanqueado por dos monstruos como John Goodman (“El gran Lebowski”, 1998) y Alan Arkin (“Gattaca”, 1997) para que lo lleven de paseo por una Los Angeles cálida, casi dorada, con la ostentación siempre ante nuestros ojos y la verborrea como arma . En este punto, la lluvia de referencias y homenajes cinematográficos es constante, los personajes de Goodman y Arkin (como el oscarizado maquillador John Chambers y el productor Lester Siegel) añaden una nota paródica y un alivio cómico que, sin ser necesario, consigue añadir aún más ritmo a la narración.

           Como nexo de unión de estos dos mundos, tenemos las escenas de la CIA, en este caso comandadas por Bryan Cranston (“Drive”, 2011) al que te quedas con ganas de ver más minutos y que reciben la tensión que llega desde Irán y mantienen los diálogos afilados y rápidos, todo rodado de forma muy clásica y sencilla. Y como punto negativo mencionaría el transfondo familiar de Méndez, que, quién sabe si por el montaje, ni explica demasiado ni llega muy lejos, quedándote la sensación al final que más que aportar, sólo ha servido para rellenar.


          Ante las cámaras, Affleck no destaca entre tanto genio, aunque ya no es aquel que sufrimos en "Daredevil". Tras las cámaras se confirma como un gran director llevando estos tres escenarios tan diferentes, cada uno a su manera, y hacer que casen, especialmente en el clímax, donde si bien resuelve un par de situaciones muy "a lo Hollywood", consigue que no nos molestemos y sigamos sufriendo. El último tramo de "Argo" es de lo mejor que ha dado el thriller este año, una demostración de nervio y buen hacer que consigue que cada mirada te ponga nervioso y no puedas despegar los ojos de la pantalla. Sin abusar del drama lacrimógeno, de la violencia, o del humor, "Argo" consigue tocar todos los palos y conseguirse en un producto verdaderamente entretenido y de calidad, y, aunque en su tramo final acabe irónicamente sacrificando realismo por efectismo Hollywoodiense (en un movimiento que, premeditado o no, recuerda a "Adaptation" de Spike Jonze), el conjunto del film consigue precisamente lo que quería. Un rescate de cine y el rescate de un cineasta.



Por Isaac Mora