Alienación en el fantástico
La Cosa (1982, John Carpenter)

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Original

En el año 1938 el novelista norteamericano John Wood Campbell Jr. publicó el relato corto Who goes there? en el cual se narraba, de forma concisa, las desventuras de un grupo de científicos que, en plena Antártida, entran en contacto con una inteligencia alienígena invasora. El relato, goloso en su concreción fantástica, fue primeramente adaptado por Christian Nyby bajo la tutela en la producción de Howard Hawks (el cual, al parecer, también acabó tomando las riendas de la dirección en varias escenas). Esta versión, de indudable interés, renunciaba a la adaptación fiel del texto para crear una historia de sci-fi de corte clásico, más centrado en el desarrollo narrativo que en las implicaciones políticas del mismo. Años después John Carpenter tomó las riendas de una nueva adaptación, más ajustada, dejando en manos de Bill Lancaster la redacción del guión. Para desarrollar el proyecto contó por tercera vez con la colaboración de Kurt Russell, actor que, con el paso de los años, se ha convertido ya en un fetiche del realizador. Llama también la atención el que Carpenter hubiera renunciado a la creación del score, dejándolo en manos de un solvente y agudo Ennio Morricone, incisivo en su minimalismo melódico.

Concebida como primera parte de la Trilogía del Apocalipsis junto a El príncipe de las tinieblas (Prince of Darkness, 1987) y En la boca del miedo (In the mouth of Madness, 1995), The Thing explora la deriva esencial del ser humano, así como el miedo a la pérdida identitaria, idea recurrente en el horror cinematográfico contemporáneo: a través de la disolución del yo, que se expresa en ese alien devorador, el ser humano pierde la noción de su propia existencia y, por extensión, de su ser, en una pirueta ontológica de profunda evocación social. ¿Puede el ser humano identificarse con el otro, con el ser transfigurado aparentemente humano? En este sentido, en The Thing no sólo asistimos al horror de la disolución del ego, sino también a la desintegración de las relaciones sociales humanas, dado que ese otro ha dejado de ser humano para convertirse en otra cosa. ¿Acaso podemos identificarnos con alguien que ha dejado de pertenecer a nuestra especie? ¿Es el miedo a la soledad y la inanición social el motor que dinamiza el relato? Quizás, pero esta lectura metacinematográfica puede hacerse a varios niveles, fundamentalmente políticas. ¿Está Carpenter criticando la deshumanización del género humano a través del fantastique? ¿Es posible que el ser, el enigma que procede de otro mundo, no sea más que una manifestación plástica de ese ser humano real, posmoderno, voraz en sus pretensiones materiales, que ha liberalizado su instinto en busca de intereses formalmente egoístas? Recordemos que la película fue estrenada en el año 1982, tan sólo un año después de que Ronald Reagan, apoyándose en un discurso socioeconómico de corte neoliberal, asumiese la presidencia de los EEUU. ¿En este sentido, podemos observar por parte de Carpenter una escéptica y ácida mirada al futuro? ¿Es posible que el monstruo no sea más que una metáfora del non-sens, la deriva antropológica que la especie estaba viviendo? ¿Dónde termina el monstruo y empieza el ser humano?



Por Lois Atanes