Roger Gual dirige su segundo largometraje en solitario, una comedia coral con trasfondo culinario, demasiado ligera para saciar.
¿Qué pasaría si una pareja reserva mesa en un restaurante de tres estrellas Michelín en la Costa Brava, y cuando por fin les dan mesa, al cabo de un año, ya están separados? Eso es lo que les sucede a Marc (Jan Cornet. “Red Lights”, 2012) y a Rachel (Claudia Bassols. “Paintball”, 2009), y ninguno de los dos quiere perderse la ocasión. Además, se trata de la última cena que servirá el “Chakula”, ya que Mar Vidal (Vicenta N’Dongo. “V.O.S.”, 2009), su propietaria y cocinera, ha decidido cerrar por una temporada para descansar y replantearse el futuro. Con “El Bulli” y su cierre como claro referente, “Menú degustación” se rodó en un hostal de L’Escala (Costa Brava) y contó con el asesoramiento de ‘El Celler de Can Roca’, e incluso con cameos de los propietarios del recientemente declarado mejor restaurante del mundo.
Gual dispone de una buena premisa como materia prima y, como ingredientes, cuenta con marco idílico y un reparto internacional (se trata de una producción hispano-irlandesa) en el que destacan Fionnula Flanagan (“Los otros”, 2001) y Stephen Rea (“Blackthorn”, 2011). La primera interpreta a una melancólica y sabia condesa que, pese a su delicado estado de salud, no quiere perderse la última velada del “Chakula" y el segundo da vida a otro de los comensales, un misterioso (y supuesto) crítico culinario. También hay mesa para Marta Torné (“Impávido”, 2012) interpretando a una chica con problemas de incontinencia verbal que debe acompañar, en la misma mesa, a dos silenciosos empresarios japoneses que han venido a presentar sendas ofertas por el restaurante.
La metáfora es, quizás, demasiado fácil, pero con el segundo film en solitario de Roger Gual (después de “Remake”, 2006) sucede como con la alta cocina de los restaurantes como ese “Chakula” donde transcurre su film: todo es muy sofisticado, sin embargo, uno se acaba quedando con hambre. Porque, lejos de aprovechar para parodiar el mundo de la haute cuisine, lejos de epatar nuestros sentidos con una degustación de historias deliciosas, en lugar de meter a sus personajes en una olla a presión, Gual los cocina a un fuego suave y nos sirve una deconstrucción de comedia coral con reducción de risas, que sabe a refrito y no llena.
Este “Menú degustación” acaba devorado por cierta autocomplacencia de su cosmopolitanismo, su bilingüismo y su glamour. A Gual los personajes y los conflictos se le quedan poco hechos (la insulsa historia de los protagonistas, la de los japoneses) o totalmente crudos (el programa de televisión de Santi Millán), cuando no con un gusto extraño (los clientes convertidos en patrulla de rescate marítimo de ‘Las Nancys Rubias’). Todo es muy cool y queda muy bien en pantalla, pero ninguno de los personajes, ni sus tribulaciones neuróticas de urbanita insatisfecho en pleno retiro gastronómico-espiritual, aporta nada nuevo.
Desde su mismo título, “Menu degustación” parece condenada a (o concebida para) ser un pica-pica de pequeños bocados ligeros y de diseño agradable, pero irrelevantes, que no saciarán el apetito de un espectador con hambre de historias con poso, o al menos de un buen potaje de risas.