La primera entrega de la trilogía Paradies (Paraíso) trata, tal y como su nombre indica, sobre el amor. Pero más bien se podría decir que habla sobre la búsqueda desesperada de éste en un lugar demasiado recóndito donde parece que ni existe. Teresa, interpretada por Margarethe Tiesel (Anfang 80, 2011) es el personaje principal que busca el amor, mientras que su hermana y su hija protagonizan las otras dos cintas que forman la trilogía que versan, respectivamente, sobre la fe y la esperanza.
Incitada por su mejor amiga, Teresa viaja hasta Kenia para ser una sugar mama, mujeres adineradas que mantienen a jóvenes africanos, denominados beach boys, a cambio de sexo. Evidentemente, y sin ánimo de estropear el final de la película, no encontrará aquello que busca en un país cuyos habitantes necesitan dinero de manera alarmante y hacen cualquier cosa para obtenerlo, desde incordiar a turistas para vender llaveros hasta prostituirse y simular amar de verdad a dichas mujeres.
Seidl muestra esta realidad, que mucha gente aún ignora, de manera cruda y realista, sin falsearla en absoluto e incluso rozando el género documental. Los diálogos son largos, innecesarios para la historia y completamente cotidianos. Las acciones de la protagonista son parcialmente torpes, recordando a cualquier mujer de cincuenta años usual. Las escenas sexuales o son torpes o son incómodas, pero siempre crudas e incluso cómicas, nada de relaciones a cámara lenta durante la puesta de sol.
Lo anterior implica dos cosas. La primera, es que hay que ser consciente de que una película rodada así puede llegar a hacerse pesada si su guión, por muy verosímil y realista que sea, no es muy dinámico o entretenido. Lamentablemente éste no es el caso y las dos horas de cinta se pueden llegar a hacer largas sobre todo durante el tercer acto, conclusivo, que se extiende y recrea con una escena sexual protagonizada por cuatro mujeres y un joven keniano. La segunda, es que a nivel técnico y artístico es bastante correcta sin destacar en ningún apartado en particular. Las interpretaciones son justas y creíbles, el montaje es común y la fotografía habitual, todo adecuado para el tipo de cinta y cómo ésta quiere mostrar la realidad. Al no haber nada llamativo, aquel espectador que no quiera que se le enseñen las cosas tal y como son, saldrá molesto e incómodo de la sala (de cine o de estar).
Paradise: Liebe no dice directamente que el amor no exista, si no que hace hincapié en la cara comercial de éste, pues en el país que sea, directa o indirectamente, el dinero tiene prioridad. Si el amor se busca, lo más probable sea que no se encuentre. Si para aprender esto son necesarias dos horas siguiendo por Kenia a una sufrida mujer cincuentenaria dependerá, como siempre, del espectador y qué sepa éste sobre el amor.