Si Unicorn Wars sorprendió, gratamente, por su ácida y sangrienta forma de mostrar la necedad de la existencia de la guerra, la nueva apuesta del director gallego va mucho más allá y arremete con todo a través de un tratado filosófico vital protagonizado, de nuevo, por animales animados.
El protagonista es un ratón en plena crisis, la madurez ha llegado a su vida y no encuentra plenitud en ningún aspecto de su día a día, cada vez con más fuerza, la realidad deja de parecerle como tal y empieza a disociarse, estas sensaciones que en un principio parecen consecuencia de fracaso social, se convertirán en algo palpable y le arrastraran a descubrir una verdad que nadie quiere asumir. Arnold lleva años en el paro, está a punto de ser desahuciado, su matrimonio con Maria está deteriorándose y las píldoras de la felicidad no parecen ayudarle en su depresión, para intentar entender el mundo que le rodea intenta, junto a sus dos buenos amigos, irá “al fin del mundo”, más allá de sus fronteras, pero este intento de aventura luciferina solo le trae pérdida y máxima desesperación.
Con este cáustico planteamiento, el film de Alberto Vazquez nos recuerda inevitablemente a la obra maestra de Terry Gilliam, Brazil, donde en una sociedad consumida por un sistema que anula el Alma, un funcionario gris intenta rabiosamente hallar el color, un sentido de la vida alejado de la miseria, la alienación y el conformismo. Decorado va más allá, apretando las situaciones todo lo posible y dejando un ínfimo hueco a los respiros hasta dejarnos sin aire, y si con eso no fuera suficiente, remata con la frustración más desoladora. Como en la obra del Monthy Python, la locura parece ser la respuesta. Y es que ante una realidad que desafía todo raciocinio, la válvula de escape ha de ser opuesta a lo normalizado o establecido, una insania que te permita no tirarte por un acantilado.
Lejos de querer provocar un malentendido, claramente Decorado es una película de rabiosa necesidad; sobre todo teniendo en cuenta los tiempos tormentosos en los que estamos y en los que parece que nos estamos metiendo irremediablemente. Es imperativo plantearse y plantearnos en qué clase de mundo vivimos y qué tipo de realidad o sociedad estamos construyendo, el escenario que tenemos ante nuestros ojos no es el más halagüeño que digamos y en este punto hay que decidir si seguimos los pasos de un ratón, de un funcionario o creamos un nuevo sendero, una nueva posibilidad, juntos.